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Para Terminar con la Masacre del Cuerpo

TRADUCCIÓN: JUDITH PEDROZA

Jean Fabre. Glass and Bone Sculpture.

No importa cuanto proclame su “pseudo tolerancia”, el sistema capitalista en todas sus formas (familia, escuela, fábricas, ejército, códigos, discursos) continua subyugando todo los deseos, sexuales, y afectivos a la dictadura de su organización totalitaria, fundada en la explotación, propiedad, poder masculino, ganancia, productividad… 

Sin descanso, continua su trabajo de castración, oprimiendo, torturando y dividiendo nuestros cuerpos en orden de inscribir su ley en nuestra piel, en orden de insertar nuestro inconsciente a su sistema de reproducción esclavizante.

Con regulaciones, estatismo, sus lesiones, su neurosis, el estado capitalista impone su norma, imprime sus características, asigna sus roles, propaga sus programas…Empleando todas las rutas de acceso disponible a nuestro organismo, se insinúa en las profundidades de nuestros adentros enraizándonos a la muerte. Usurpa nuestros órganos, interrumpe nuestras funciones vitales, mutila nuestro placer, subyuga toda experiencia vivida al control de su su juicio condenatorio. Hace de todo individuo un lisiado, separado de su propio cuerpo, un extraño de sus propios deseos.

Para fortalecer su terror social el cual fuerza al los individuos a experimentar su propia culpa, el ejercito capitalista de ocupación ejerce, a través de un refinado sistema de agresión, provocación, chantaje, para reprimir, excluir y neutralizar todas las practicas de deseo que no reproduce la forma establecida de dominación.

De esta manera el sistema perpetua un caduco y viejo regimen de placeres anticuados, sacrificio, resignación, masoquismo institucionalizado y muerte. Es un regimen castrador, que produce culpa, neurosis, confusión, explotación sumisa.

Este mundo anticuado, que apesta a pescado muerto por todos lados, nos horroriza y nos convence de la necesidad de llevar la lucha revolucionaria contra la opresión capitalista al territorio donde la opresión está más profundamente enraizada: el cuerpo viviente. 

Es el cuerpo y todo el deseo que produce es lo que queremos liberar de “ajenas” dominaciones. Es “sobre este terreno” que buscamos “trabajar” hacia la liberación de la sociedad. No hay limites entre estos dos elementos. “YO”   me oprimo de la misma manera como aquel “YO” producto de un sistema de opresión que se extiende hacia todos aspectos de la vida.

La “consciencia revolucionaria” es una mistificación si no está situada dentro de un “cuerpo revolucionario”, esto quiere decir, desde un cuerpo que produce su propia liberación.

Mujeres en revuelta contra el poder masculino-un poder que ha forzado sus cuerpo por siglos-homosexuales en revuelta contra la terrorífica “normatividad”, jóvenes en revuelta contra la autoridad patológica de los adultos: estas son las personas que, colectivamente, han empezado ha hacer de su cuerpo  bajo el sentido de la subversión y han empezado a ver la subversión como un significado para encontrar las necesidades “inmediatas” del cuerpo

Estas son las personas que han empezado a cuestionar los modos de producción del deseo, las relaciones entre el poder y el placer, las relaciones entre el cuerpo y lo individual. Estas son las personas que cuestionan las funciones de estas relaciones en todas las esferas de la sociedad capitalista, incluidos los grupos militantes.

Estas son las personas, de ambos sexos, que finalmente han roto la permanente barrera entre los “político” y la realidad como es actualmente vivida, una barrera que ha servido a los intereses de ambos: la sociedad burguesa y aquellos que se proclaman los representantes de las masas y dicen hablar por ellas. 

Estas son las personas, de ambos sexos que han abierto el camino para el gran levantamiento de la vida contra las fuerzas mortíferas, aunque esto último continua infiltrándose en nuestro organismo en orden de subyugar, con cada vez más sutileza, nuestra energía, nuestro deseo y nuestra realidad hacia las demandas del orden establecido.

Un nuevo paradigma, una linea nueva de más radicalidad y de ataque definitivo se ha abierto, y por esta razón habrá una necesidad de nuevos lineamientos entre las fuerzas revolucionarias.

No podemos permitir sentarnos tontamente mientras otros roban nuestras bocas, nuestros anos, nuestros genitales, nuestros nervios, nuestras entrañas, nuestras arterias en orden de modelarlas como partes y trabajo en un inagotable mecanismo de producción ligados al capital, la explotación y la familia.

 No podemos permitir que nuestro sistema nervioso sirva como una red de comunicación de explotación capitalista, para el estado patriarcal, no podemos permitir que nuestro cerebro sea empleado como instrumento de tortura programada de los poderes que nos rodean.

No podemos permitirle a los otros que repriman nuestra cogida, que controle nuestra caca, nuestra saliva, nuestra energía, todo en conformidad con la prescripción de la ley y su cuidadosa y definida pequeña transgresión. Frígidos, prisioneros, en cuerpos mortificados explotados como bits, aun así, el capitalismo continuará su demanda de mantenernos bajo control a expensas de nuestros cuerpos vivientes

Este deseo por una liberación fundamental, si es una verdadera acción revolucionaria, requerirá que nosotros tendremos que movernos más allá de los límites de nuestra “persona”, anulando la noción de lo “individual” para trascender nuestro sedentario “mismos”, o nuestra “norma social identitaria” en orden de viajar a territorios sin frontera del cuerpo, bajo el sentido de vivir en el flujo de los deseos que yacen más allá de la sexualidad, más allá del territorio de los repertorios de la normatividad.   

Es así que algunos de nosotros hemos sentido la vital necesidad de actuar en grupo, bajo un nosotros liberador de esas fuerzas que han estrellado y controlado el deseo en cada uno de nosotros. 

Todo lo que hemos experimentado en el nivel de lo personal o de “intima vida” tendríamos que intentar ahora aproximarnos, explorarla y vivirla colectivamente. Queremos romper la pared de concreto, erigida por la organización dominante que separa el ser por las apariencias, de lo hablado por lo no hablado, de lo privado por lo social. 

Juntos, hemos comenzado a explorar todo el trabajo de nuestras atracciones, repulsiones, nuestras resistencias, nuestros orgasmos, nuestros fetiches, nuestras obsesiones y nuestras fobias. “El inconfesable secreto” se ha convertido para nosotros en una cuestión de reflexión, discusión pública, y una acción política donde la política es tomada como una manifestación social de aspiraciones incontenibles del “ser vivo.” 

Hemos decidido romper el intolerable sello del secreto, que la estructura de poder ha puesto sobre la realidad de lo sensual, sexual, y prácticas afectivas; por lo tanto romperemos la capacidad de la estructura de poder para producir y reproducir formas de opresión. 

Así como hemos explorado colectivamente nuestras historias individuales, hemos visto hasta que punto todo nuestro deseo de vida ha sido dominada por leyes fundamentales de un estado burgués capitalista y la tradición Judeo-cristiana; todos nuestros deseos están sujetos a las reglas del capitalismo con respecto a la eficiencia, plusvalía, y reproducción. A comparar nuestras “experiencias” sin importar cuan libres puedan parecer, reconocemos que estamos siempre y para siempre obligados a conformarnos a los estereotipos sexuales oficialmente sancionados, los cuales regulan todas las formas de experiencia vivida y extiende su control sobre las camas maritales, casas de prostitución, baños públicos, salones de baile, fábricas, confesionales, sex shops, prisiones, secundarias, autobuses, etc. 

Discutamos esta sexualidad oficialmente sancionada, la cual ha sido definida como la única sexualidad posible. No deseamos manejarla como uno maneja sus condiciones de encarcelamiento. Más bien deseamos destruirla, eliminarla porque no es más que un mecanismo para castrar y re-castrar; éste es un mecanismo para reproducir donde sea, en cada individuo una y otra vez las bases para un sistema de esclavitud. La “sexualidad” es una monstrosidad; ya sea en sus formas restrictivas ó en sus llamadas formas permisivas. Esta claro que “liberarando” actitudes y “erotizando” la realidad social a través de publicidad es algo organizado y controlado por los gerentes de capitalismo “avanzado” por el bien de una reproducción más eficaz de la libido oficialmente sancionada. Lejos de reducir la miseria sexual, éstas transacciones solo incrementan las frustraciones y los sentimientos de “fracaso,” por lo tanto permitiendo la transformación del deseo en una necesidad compulsiva de consumo, mientras tanto también garantiza “la producción de la demanda,” la cual por supuesto, es el verdadero motor de la expresión capitalista. No hay una diferencia entre “inmaculada concepción” y la publicidad de seducción femenina,  entre las obedientemente-cumplidas obligaciones maritales y la promiscuidad de las mujeres burguesas en el camino. La misma censura esta en funcionamiento en todos los casos. La misma voluntad de matar al cuerpo; ese deseo se perpetúa en sí mismo. Solo un cambio de estrategia ha ocurrido. Lo que queremos, lo que deseamos es irrumpir a través de la pantalla de la sexualidad y sus representaciones para reconocer la realidad de nuestros cuerpos, y sus más grandes deseos.

Queremos liberar este cuerpo viviente, hacerlo completo de nuevo, desbloquearlo, despejarlo, para que pueda experimentar la liberación de todas sus energías, deseos, intensidades, que en la actualidad son aplastados por un sistema social que prescribe y condiciona.

Queremos recuperar facultades tan elementales como el placer de respirar, que literalmente ha sido estrangulado por las fuerzas que oprimen y contaminan. Queremos recuperar el placer de comer y digerir, que ha sido interrumpido por los ritmos impuestos por la productividad y por los malos alimentos que se producen y preparan de acuerdo con los criterios del comercio. Y no olvidemos el placer de cagar y los placeres del ano, sistemáticamente destruidos por el condicionamiento coercitivo del esfínter, un condicionamiento utilizado por la autoridad capitalista para inscribir incluso en la carne sus principios fundamentales (relaciones de explotación, acumulación neurótica, la mística de la propiedad de la limpieza, etc.)

O el placer de masturbarse felizmente y sin vergüenza, que no tiene sentimientos de angustia por el fracaso y la compensación, sino simplemente por el placer de la masturbación. O los placeres de sacudirse, de tararear, de hablar, de caminar, de moverse, de expresarse, de sentirse delirante, de cantar, de jugar con el propio cuerpo de todas las formas posibles. Queremos recuperar los placeres de producir placer y de crear– placeres que han sido aplastados implacablemente por los sistemas educativos encargados de fabricar obedientes trabajadores-consumidores.

Queremos abrir nuestros cuerpos a los cuerpos de otras personas, dejar que circulen las energías, permitir que los deseos se fundan, de modo que todos podamos dar rienda suelta a nuestras fantasías, a nuestro éxtasis, para que al fin podamos vivir sin culpa, por lo tanto que podemos practicar sin culpa todos los placeres, ya sean individuales o compartidos por dos o más personas. Todo este placer que necesitamos desesperadamente si no queremos experimentar nuestra realidad cotidiana como una especie de agonía lenta que la civilización capitalista y burocrática impone como modelo de existencia en sus temas. Y queremos extirpar de nuestro ser el tumor maligno de la culpa, que es la raíz ancestral de toda opresión. 

Obviamente, somos conscientes de los formidables obstáculos que tendremos que superar si nuestras aspiraciones no son simplemente el sueño de un pequeño conjunto de personas marginadas. Somos conscientes de que la liberación del cuerpo y la liberación de los sentimientos sensuales, sexuales, afectivos y extáticos están indisolublemente unidos a la liberación de las mujeres y a la abolición de todo tipo de categorización sexual.

Revolucionar el deseo significa destruir el poder masculino y rechazar todos sus modos de comportamiento y sus ideas sobre las parejas; revolucionar el deseo significa destruir todas las formas de opresión y todos los modelos de normalidad. Queremos poner fin de una vez por todas a los roles de las identidades instituidas por el Falo.

Queremos poner fin de una vez por todas a cualquier asignación rígida de identidad sexual. Ya no queremos pensar en nosotros mismos nunca más como hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, poseedores y poseídos, mayores y más jóvenes, maestros y salvajes, sino más bien como seres humanos que trascienden esa categorización sexual, que son autónomos, en flujo y polifacéticos. Queremos vernos a nosotros mismos con identidades variables, que puedan expresar sus deseos, sus placeres, sus éxtasis, su ternura sin depender o invocar cualquier sistema de plusvalía, o cualquier sistema de poder en absoluto, pero solo en el espíritu de juego. 

Hemos comenzado con el cuerpo, el cuerpo revolucionario, como un lugar donde son producidas energías “subversivas” y un lugar donde en verdad se han perpetuado todo tipo de crueldades y opresiones. Al conectar la práctica “política” con la realidad de este cuerpo y su funcionamiento, para trabajar colectivamente para encontrar los medios para liberar este cuerpo, ya hemos comenzado a crear una nueva realidad social en la que el máximo del éxtasis se combina con la conciencia al máximo. 

Esta es la único camino en que podremos combatir directamente la influencia que estado capitalista ejerce sobre nosotros. Este es el único paso que realmente nos hará FUERTES contra un sistema de dominación que continúa fortaleciendo su poder, que apunta a debilitar y socavar a cada individuo para obligarlo a inclinarse ante el sistema, que busca, en efecto, reducirnos a todos al nivel de perros.

Guattari, Felix. Para Terminar con la Masacre del Cuerpo en Chaosophy. Semiotext. 


Traducción: Judith Pedroza.

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