Dame la mirada que no me da el capital.
Eduardo Milán
¿Por qué se hacen llamar los Zetas?
El Lazca (Zeta-3): Porque después de la Z no hay nada.
Por: Lauro López-Sánchez M.
Roberto Bolaño inauguraba el género del horror político contemporáneo en la literatura latinoamericana con su novela 2666. Ficción que precederá la siguiente década y su tormenta de cadáveres y desaparecidos; plaga que parece no concluir. Pasará del Infrarealismo al Necro-realismo. Desde otra perspectiva el cineasta iraní Ali Abassi nos presenta su película Shelley, la cual se adentra en el cine de horror político, donde nos advierte como hoy nace y se corona un nihilismo radical en el desempeño del post-capitalismo, el cual consolida un afuera aniquilador, interconectado que se adentra en y entre nosotros. La larga pila de cadáveres resuena en los próximos intercambios cotidianos…
El axioma balcanización=nihilización negativa derivada en razón del Capital Corporativo Transnacional (C.C.T.) nos ayuda a identificar las ramificaciones de atrocidades que se extienden y atraviesan sobre el actual orden político y social (caso especial México y países del tercer mundo) con miras a corroerlo bajo la liberación de agentes aniquiladores, micro-máquinas de guerra (cárteles) que dividen estratégicamente el territorio desmembrando comunidades y desarticulando vínculos sociales y culturales; ahora la polis es un rehén en un espacio envilecido y pulverizado.
El esquema balcanizador establece territorios sin marcos jurídicos dentro del propio estado. Zonas de auténtico caos se configuran hacia una guerra civil de baja intensidad, derivando en batallas permanentes entre los agentes (cárteles) contra la sociedad y el estado. El estado a su vez, es empujado a perpetuar una guerra sin fin y sin objetivos claros contra los propios agentes-operadores que no solo detentan una actividad específica (tráfico de drogas) sino la diseminación de otras actividades criminales y sus combinaciones. Los agentes configuran y articulan micro-máquinas de guerra para establecer un espacio liso con capacidad tecno-militar de guerra total, redistribuyendo el espacio y el territorio en su apertura externa de diseminación criminal. Creando una geografía de redes dinámicas y nodos (zonas de influencia) en función de velocidades impulsadas por la tecnología de telecomunicaciones y armas de alto poder. No hay más geografía, sino una compleja geometría móvil, efectiva y poderosa que cubre distintos frentes y flancos desenvolviéndose en distintas intensidades y densidades, al grado de pasar de lo sólido a lo gaseoso, de lo compacto a lo líquido, de lo ligero al tanque de guerra. Pero el grado máximo es hacerse invisibles, imperceptibles; hacerse partículas.
La balcanización a su vez, produce subjetividades sintéticas bajo un programa de reclutamiento que somete a grupos vulnerables que gradualmente van a monopolizar la violencia para diversificar los crímenes, mediante el empleo de armas de alto calibre y cuantiosas sumas de dinero. El gran acierto del Capital Corporativo Trasnacional, es producir por un lado una mayor clase social desprotegida, y por el otro lado hacerlos agentes balcanizadores bajo una des-subjetivización que interna la propia autodestrucción en aras de fortalecer la circulación libre del capital. El capital corporativo parece alimentarse, ya no de la explotación laboral, sino de los propios cuerpos de los pauperizados de países del tercer mundo. Ya no es la plusvalía, sino el cuerpo la materia prima vuelta moneda de cambio que pone en circulación la aniquilación; será el substrato de la hiper circulación del capital más tecnificado.
La fragmentación, división y pulverización del territorio se introyecta en el cuerpo; el cuerpo desmembrado es el fractal del caos. Los cuerpos y subjetividades son atravesados por el flujo del capital bajo una programación de liberación absoluta (dinero, armas y sistema nervioso procesando químicos a altas velocidades cerebrales) Resultando en la más depurada ideología que asume sus contradicciones y pulsiones; complejo proceso de des-subjetivización que va sistemáticamente vulnerando toda capacidad de introspección o empatía dirigida intencionalmente a los que han padecido por años la explotación y pauperización. Post-identidad sintética que va generando su propia mitología y sus propios rituales de iniciación. Es paradójico que este nihilismo radical confecciona un sentido de religiosidad artificial, donde se sintetizan diversos cultos descontextualizados: Yoruba, Santa Muerte y Satanismo se entremezclan para hacer del creyente un Techno-canibal. Fusión techno-ritualistíca, estimulada por la red y su capacidad de crear demonologías híbridas; fumarolas sintéticas que delimitan portales-santuarios de exacerbación de fuegos deplorables. Buscar la protección es ofrecer víctimas y hacer que los muertos sean parte del ejército. ¡El Capital Corporativo Trasnacional, expide cheques a muertos para custodiar la merca y a sus corredores-agentes en los largos pasillos del necro submundo!
En los pasillos trasnacionales que se interconectan a lo largo y ancho del mundo, encontramos el nihilismo negativo invisible e intangible que nos plantea la película Shelley del director iraní Ali Abassi, 2016. Sin conmiseración nos adentra en el horror político bajo una trama sencilla y sobria. Un matrimonio heterosexual danes deciden asumir su privilegio estableciendo una vida aislada en el bosque al lado de un bello lago en una amplia cabaña. Más como un auténtico lujo, prescinden de los beneficios de la modernidad: electricidad, wifi, gas, etc… Vida vegana e idílica que pretende un estado pre-moderno. No así, después de la operación de Louise (la esposa) requiere la ayuda y los servicios de una “persona” para realizar las repetitivas y prolongadas labores domésticas. Bajo el esquema de libre contratación (libre de impuestos y seguro socia), miran al tercer mundo para reclutar a la joven rumana Helena como empleada doméstica.
Ante la imposibilidad de Louise de tener hijos, la pareja le propone y convence a Helena disponer de su cuerpo para implantarle los huevos de Louise y ser una madre sustituta a cambio de una considerada suma de dinero, así ella podrá comprar un departamento en la Ciudad de Bucarest, donde vive su familia. Helena acepta y se embaraza, mientras que la pareja ilusionada cuida de ella. No obstante, sin explicación alguna, el embarazo comienza a deteriorar la salud de la joven rumana; indicios de que algo maligno crece en su vientre se van presentando; sin explicación un niño golpea con fuerza el vientre de Helena. El crecimiento del bebé en su útero se va volviendo una amenaza y agresión contra ella: es una fuerza nociva que la consume por dentro. Helena, buscando su propia sobrevivencia y como medida de autodefensa ante este agente extraño, intenta asesinar al bebé, lo que le produce una grave hemorragia, provocándole la muerte. A pesar de ello los médicos logran rescatar al bebé de Louise.
El intercambio que establecen las clases privilegiadas occidentales hacia personas de limitados recursos provenientes del tercer mundo, funda y renueva la desigualdad; la desigualdad es y ha sido el factor que genera la acumulación. Sin embargo en el capitalismo tardío, la fuerza laboral ya no es suficiente para establecer la plusvalía, sino ahora es el propio cuerpo. En el actual capitalismo voraz, los cuerpos comienzan a generar mayor rédito, ya no es el valor simbólico de la fuerza laboral transformada en intercambio monetario, el cuerpo comienza a ser la propia moneda de cambio; los cuerpos son exigidos. A su vez, en el Post-Capitalismo los úteros se pondrán en renta (Airbnb). El cuerpo de Helena es intercambiado por un bien (departamento) a través de una suma de dinero. En esta operación-transacción es donde se presenta el horror político.
El director Abassi nos plantea una inversión a la película El Bebé de Rosemary, ya que en Shelley no será el asenso del mal por haber vendido el alma al diablo por fama (narrativa cristiana frente al diablo) sino por haber vendido el propio cuerpo como cuerpo devenido valor de cambio sin más promesa que un intercambio o transacción; cuerpo-recurso en circulación cuantificable y monetizable bajo una inmanencia política-económica. El cuerpo se despersonaliza y se vuelve un catálogo en sus partes; órganos sin cuerpo en circulación en los vastos mercados clandestinos. Helena es un cuerpo huésped-recipiente desechable; cuerpo materno extraño al producto, producto ajeno a la maternidad. El bebé sin un solo indicio de maldad, ilumina los rostros de quien lo mira.
El bebé Shelley introduce potencias desconocidas, tal como lo hizo Mary Shelley en su Frankenstein, trazando lo humano en lo no humano. Sin embargo en Shelley de Abassi, el bebé es su inversa; es lo no humano en lo humano. Lo exterior conectando con lo execrable que refunda lo humano: ¡Humano demasiado inhumano! Es también la promesa del nihilismo negativo, su aurora oscura y transparente que emana del horror político invisible, indetectable. Es el mañana ineludible donde las circulaciones libres y aberrantes del Capital Transnacional Corporativo se interconectan produciendo un nuevo socius y nuevos sujetos desterritorilizados de cuerpo. Leviathan diseminado (Mil Leviathanes) que se autoproducen, multiplican. Es un agente mutante que hace surgir otro Leviathan que llego para quedarse: Post Capitalismo=Crimen Organizado Transnacional. Pactos sin pactos sociales en horizontes aniquiladores; quema del macho cabrio cantando la noche del horror… siempre porvenir.