“La música en sí, la música como música es aburrida ,
solo adquiere sentido cuando tiene un efecto que va más allá de ella.
María Callas era mi mensajera divina porque supo dominar la música alcanzando espacios trascendentes.
Yo partía de que la base de que en el teatro y en el cine hay que vencer la forma artística para que pueda surgir un metaespacio del alma…”
Schroeter
Una Autobiografía
El desempeño actoral en el caso de las películas de Werner Schroeter sin duda es desmedido. El punto es entender o asimilar sus inflexiones, sus curvas. Desmesura en cada personaje para encontrar nuevas relaciones sin la historia (trama) y con la historia. ¿Qué son las historias en Werner Schroeter? ¿Hay realmente ficción? Si sus actrices son la evidencia de un relato que hay que fracturar. No es un experimento, es trazar la curva de una identidad no fija. Todo su esfuerzo en cada película es delinear esta curvatura. Por momentos la ausencia de una trama estructurante parece no resolver el sentido de la curva. La dificultad es llenar la imagen a través de personajes coordinados por la pura música, en este caso es la opera. La trama queda disuelta por una gestualidad operística espasmódica, sobre sublimizada. El modelo de la gestualidad de todas sus actrices siempre fue primordialmente la gran diva María Callas, a la que Werner reverenció toda su vida. Los cientos de gestos de María Callas en cámara lenta, son su canto robado o las acciones atípicas que determinan los movimientos, gestos, muecas de sus actrices. Magdalena Montezuma, Ingrid Caven, Cristine Kauffman, Carol Bouquet, Isabelle Huppert. Hay un afuera que enmarca sus rostros; se dan a la excentricidad, van de la mano y apuntan el abordaje de su fuga, al grado de desfondar todo indicio de historia, trama o argumento. Romanticismo del afuera que conjuga con un barroquismo nocturno, gótico; inmanejable y estridente. Sus personajes son más un fraseo de una aria, una modulación a otra. El avance, la continuación fílmica descompone todo rasgos de “ la persona”. Toda la intención dramática funciona para dejar a sus personajes desprovista de ella (la persona), extraviadas bajo un exotismo hermético, irreconocible e ilegible. Son signos propios y secretos para potencializar sus fugas. No hay nada que interpretar en ellos. Prefieren no hablar mejor… Son totalmente musicales, se reconocen más al escucharse como una opera; se revelan como el final de la última nota.
Candy Darling, Ingrid Caven y Cristine Kauffman en La Muerte de María Malibran, 1972.
La dimensión operística-extravagante son sus personajes. Aglomeran sus carga en una especie de manierismo artificial sintético. Tan inhumano como lo previo al deseo. El alma se repliega para asumir la fuga máxima: la muerte. Extraño pacto entre un deseo desconocido y su crepúsculo. Cada film de Schroeter es una idea de crepúsculo, una voz deportada. El canto es inhumano, es el medio donde se converge con otras fuerzas, cósmicas, animales, mágicas, terrestres. María Callas era su mensajera-hechicera como tantas veces lo repetía, su voz era la proyección de sus imágenes y sus ensoñaciones, las cuales logro dar unidad en su cine.
El canto siempre es ajeno, foráneo, sin embargo paradójicamente nos devuelve una patria, un amor, un horizonte, una curva para despegar. Tanto el canto como la música nos hace extraños, nos captura al punto de lo trágico. Los personajes de Schroeter son lo irreconocible, no por opacos o misteriosos, habitan en una exterioridad, de-subjetivizados y des-coordenados de patrones dramáticos sociales. Magdalena Montezuma es un hombre, una mujer, un pájaro, una máscara impávida. Puede ser tan primitiva como lo contrario una diva del canto. Esta convulsión o desorganización intimidante son la resolución de sus personajes.
Gran parte del los films de Schroeter se resuelven a partir de buscar la transparencia en ellos. En gran medida eso fue una obsesión en él. Llegar al punto de dejarlos sin un interior, sustituir el alma por la sublimación, colindando con la locura. Tag der Idioten es la condensación de estas ideas en una trama más estructurada. Schroeter se dio a la tarea de de-psicologizar la locura, las pasiones, incluso las fantasías o delirios. Conciente de que la clínica ha enfocado y remitido la locura hacia la enfermedad, así como la histeria es entendida como un malestar; ¡cuando la música es la histeria por excelencia! La psicología le ha hecho un daño importante al arte escénico. Es por eso que Werner parte de un lugar previo a todo drama psicológico. Parte de un punto cero donde incluso la locura, el delirio se asumen como una dimensión enteramente musical. Su obra nos deja una serie de caminos, esperanzas, potencias y vitalidades para escapar al dispositivo de la persona, al drama psicológico, al melodrama vulgar televisivo tan arraigado, al que se recurre una y otra vez como condición impuesta por el poder.
La muerte de Callas trazó el final de toda una época, la era del canto, de la opera. No hay más…El cine de Werner Schroeter es su canto de cisne, el más gótico y ensoñado.
A Werner con amor