Al principio un diálogo, breve, en el cual se aclara el estado de ruina que los cónyuges han disimulado durante años. La ruina cotidiana, la lástima cotidiana. Pero ahora que al fin han empezado –por casualidad– a hablarse abiertamente, la mujer quiere llegar hasta el fondo.
–Reconócelo; hemos terminado. Todo quedará claro y sabremos a qué atenernos. Basta con saber lo que es preciso. ¿No es así? Contesta. No es así?
El hombre asiente sin decir nada. También ella calla. Y ahora que lo han aclarado, ahora que son sinceros, ya no tienen nada que decirse.
La historia de dos cónyuges que ya no tienen nada que decirse. Dejar constancia de una vez por todas no de sus diálogos sino de sus silencios, de sus palabras silenciosas. El silencio como dimensión negativa de la palabra.
Michelangelo Antonioni