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Marguerite Duras. La constelación de la grieta. Lolá Naná

“Debería existir una escritura de lo no escrito. Un día existirá.

Una escritura breve, sin gramática, una escritura de palabras solas.

Palabras sin el sostén de la gramática. Extraviadas.

Ahí, escritas. Y abandonadas de inmediato”.

Marguerite Duras

“There’s a crack in everything. That’s how the light gets in.”

Leonard Cohen

Hablar de Marguerite Duras es hablar de una forma contestataria de escribir la historia, una forma que se opone a la de las historias nacionales que buscan ante todo legitimar y afirmar un poder. Francia, luego de la revolución del 1789 está a la vanguardia de las ideas republicanas y es la gran promotora del sueño, del ideal democrático. Cien años después en la colonia francesa de Indochina es donde se va producir una particular e ínfima ruptura, la grieta que es la obra de Marguerite Duras.

Empieza por escribir novelas con una estructura clásica, como Un dique contra el Pacífico 1950 su tercera novela, con personajes bien definidos, a un ritmo y con una cronología que sugieren realidad, verdad. Probable autobiografía. Sin embargo, el contenido destroza en su desarrollo a la estructura que lo sostiene.

Duras escribe fragmentos de introspección y de autoexploración, escribe desdoblamientos hacia los procesos de la conciencia. Es un finísima observadora del dinamismo de su yo. ¿Cómo narrar la soledad?, ¿cómo escribir al silencio? La obra de Duras es una respuesta definitiva a estas abstracciones. Ficcionaliza la realidad, inventa memorias para dar cuenta de una vida interior, de la ruina al interior de una persona que vive la realidad de un sistema violento que coarta el despegar de los sujetos; de un sistema maquillado y luego justificado por las historias oficialistas, por esas historias que sí se pueden llamar historias. Su obra es una especie de radiografía de la conciencia del individuo destruido por el sistema. Destruir, dice.

La relación de la escritora con su madre se nos revela en obras como Un dique contra el Pacífico, y El amante 1984. Una madre que la rechaza, la maltrata, le reprocha constantemente el haber nacido, que está con ella sólo para recordarle a cada momento que no está. Está presente para que su hija no olvide su ausencia, para que siempre se sepa sola. La madre de las novelas de Duras es a la escritora lo que Francia a los franceses de las colonias. ¿Es la madre de las novelas de Duras una persona que existió tal cual se nos describe? ¿o es acaso una abstracción de la relación que existía entre el estado francés y los ciudadanos de las colonias?, ¿podría ser una combinación de ambos? La madre es uno de esos personajes-ambientes que crean la sensación de soledad en los textos en los que aparecen.

En Escribir, Marguerite dice: hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. Ese agujero al que inevitablemente se confina al sujeto occidental bajo el objetivo discursivo de la ilusión capitalista, de la promesa de la democracia. Desde esa profundidad viene la fisura que es la obra de Duras. Fisura en la historia del progreso, de la supremacía de lo burgués, de la devoción por el dinero y el poder; grieta en esa historia que busca la sublimación de una democracia fallida, inalcanzada, que no es.Duras es, desde siempre, sola. La soledad de la escritura es una soledad sin la que el escribir no se produce. Escribir es estar a la altura de su propia destrucción; ser marginada. Escribir es lo único por mantener, lo que puede hacer en contra de una historia que la niega, de un estado que la aisla, de una sociedad que la condena y de una familia que la aborrece.

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