Hermia y Elena es el nombre de dos personajes de la comedia “Sueño de una noche de verano”, de Shakespeare. El cineasta argentino Matías Piñeiro toma nuevamente un motivo del dramaturgo inglés como eje abstracto de su creación. La película gira en torno al personaje Camila, interpretado por la actriz Agustina Muñoz, quien se va de Buenos Aires a Nueva York a hacer una residencia artística para traducir justamente la obra mencionada de Shakespeare. Su partida es como un reemplazo de relevos, pues Carmen (María Villar), su amiga, justo regresa a Argentina después de una estancia en el mismo centro de NY.
La película comienza en el Nueva York de Carmen, con un sonido ambiental de tambores, imágenes de flores. Pronto, fuego. Esta atmósfera veraniega con el beat remite a la procreación, al cambio, a la reproducción pero también a la muerte. Todos temas muy acordes a la comedia inglesa que es el punto de partida. El filme pareciera moverse por medio de geometrías. La dupla del título, que es reemplazada por la aparición a cuadro de los nombres ‘Carmen y Camila’, como piezas de juego que se intercambian para formar otra figura. Triángulos, círculos, ciclos, que son tan claros en el manejo de las estaciones del año contrastadas que existen al mostrar Buenos Aires-Nueva York. Las ciudades están tensadas por medio de los personajes, con códigos compartidos como el metro que transporta, en imagen, de una geografía a otra. Los idiomas español e inglés, también funcionan como puentes, como dos lados de una moneda que tiene como centro la interacción humana, pero sin cursilería alguna. La traducción que lleva a cabo el personaje materializa otras traducciones que suceden continuamente en el filme. Transducción de lenguajes, afectivos, situacionales, textuales. El texto se dice, se proyecta, adquiere textura. Pero quizá la transpolación más profunda es en el ámbito narrativo.
Es justo la narrativa de la película la que enmarca una forma particular de Piñeiro y de sus contemporáneos connacionales. Una historia que comienza pequeña, sencilla, y que va sucediendo, de un estado a otro, pero de forma anticlimática, sin arcos de tensión, como un transcurrir de la vida cotidiana con pequeños detalles. Hay, paradójicamente, mucho movimiento, pues el personaje de Camila pasa de una situación a otra casi opuesta, sin confrontación, ni conflicto, sin análisis, sólo como un flujo de agua que corre lento pero constante. Al principio el autor dedica su obra a la actriz japonesa Setsuko Hara. Y es esto quizá un guiño o un adorno sobre una narración que se mueve más por los mares de una filosofía oriental que occidental, como si el budismo fuera el subsuelo del filme. En el budismo el cambio constante es un principio fundamental, de ahí deviene la ausencia del yo, puesto que si todo cambia, no hay un alma ni tampoco un ser inmutable. Así pareciera ser Camila y sus decisiones. Uno podría categorizar fácilmente de incongruente lo que sucede, pues a diferencia de la comedia Shakespeariana, donde los personajes saben claramente quién es el objeto de su afecto, y se ven transformados por fuerzas sobrenaturales, caprichos o bromas externas; en Hermia & Helena, el personaje de Camila parece transitar sutilmente de una relación a otra, sin altibajos, sin explicarle al espectador por qué si al principio dijo que quería a uno, después busca desesperada a otro, y luego acepta los cortejos del que parecía no interesarle.
De manera aparentemente monótona, el personaje simplemente vive, con muchos cambios pero con la constante de su sonrisa apacible, su tenacidad por traducir la obra y terminarla lo más pronto posible. Lo curioso es que mientras las situaciones podrían ser vistas como revolucionarias, apoteósicas, el manejo del autor se inclina por la calma, una decisión expresa de no manejar estallidos ni contrastes. Al dejar Buenos Aires, Camila lamenta el mal timing de la beca, pues está en una etapa de enamoramiento con su novio. Por medio de la estructura de flashbacks, que a veces se sienten forzados, es que nos enteramos de cosas que después tienen repercusión en Nueva York, por lo que la mudanza a esa ciudad adquiere otra potencia. En NY vive un estadounidense con el que Camila tuvo una relación intensa tiempo antes en Baires. Es cerca de NY también donde vive el padre de Camila, a quien nunca conoció. Ambos encuentros se suscitan. Ambos podrían ser detonadores de “drama”, en el sentido en que se usa coloquialmente el término, y no lo son. El encuentro con Gregg, el examante gringo, termina en una escena onírica frente al río. Con la declamación de diálogos de Shakespeare, Camila pasa de un idilio amoroso a abandonar por completo a esta pareja fugaz, ante una epifanía súbita de lo errado de la relación. La escena rompe con el tono previo de la película. Por otro lado, el encuentro con el padre se da en una visita que ella le hace en su casa. En una noche, después de cena hogareña y sesión de preguntas y respuestas, el reecuentro de padre e hija sucede con la familiaridad de dos amigos que no se ven hace tiempo y quieren ponerse al tanto. Intimidad y confianza, sin reclamos, lamentos, ni engolosamiento, con una despedida casual.
No por ello el tono de la película se asemeja a la frialdad de la nieve retratada constantemente. La actuación de Agustina Muñoz, quien junto con María Villar, ya ha trabajado antes con Piñeiro, es muy natural, casi hiperrealista, como la de los demás actores. Proporciona, por medio de su sonrisa y mirada, una calidez que es importante para sostener la película, pero que jamás llega a ser entrañable, sólo empática. Por la forma se previene de una identificación del espectador con los personajes, la invitación es más a la contemplación que al involucramiento.
Como en Sueño de una noche de verano, donde hay una metateatralidad, Piñeiro introduce una escena de mise en abyme, cine dentro del cine. Cuando Camila le pregunta a su exnovio americano si sigue haciendo películas, se proyecta un corto hecho con material de archivo intervenido (con lo que el desdoblamiento del abismo se hace más profundo), que, devino de un proyecto que el Museo del Cine de Buenos Aires había encargado antes a Piñeiro[1].
El dramaturgo inglés pone a Helena y Hermia a pelear, a competir, aquí los personajes sólo convergen, comparten, no hay risa por enredos. Mientras Shakespeare hace una comedia de situaciones, el cineasta argentino despliega una serie de situaciones, con muchos puntos de conexión, pero sin juegos dramatúrgicos tradicionales, por el contrario, con una aparente lógica rota. La película está contextualizada en la actualidad, vemos el uso de teléfonos celulares, de videollamadas, pero hay situaciones dramáticas que se detonan a partir de la comunicación inefectiva. Un personaje que envía postales en lugar de emails para anunciar su llegada a Carmen y ante la ausencia de esta, se encuentra a una Camila expectante. Una Camila que ante el encuentro que ha esperado toda la vida, tiene que esperar un poco más pues su padre no la esperaba y él está fuera de casa. Un libro, recuerdo del amante gringo, donde hay anotadas muchas direcciones posibles donde podría ser localizado en NY. La falta de emails en un mundo donde el internet sí existe, pareciera una broma sutil, pero sólo juega dentro del universo anacrónico planteado por el cineasta. Un mundo situacional que vive rebotando dentro de una burbuja, donde a veces se toca con la realidad cotidiana que conocemos, y otras se introyecta hacia lo desconocido de la humanidad, el mundo de la casualidad más que de la causalidad. Un picaporte puede pertenecer a muchas puertas. El espectador es colocado ante un origami cinematográfico, donde no todas las líneas de los dobleces parecen estar claramente marcadas, ante el cual puede aburrirse, perderse o fascinarse.
HERMIA & HELENA
Argentina-Estados Unidos
2016
87’
2k
Color
Dirección y guión: Matías Piñeiro
Fotografía: Fernando Lockett
Edición: Sebastián Schjaer
Sonido: Mercedes Tennina
Música: Scott Joplin, Ludwig Von Betthoven
Reparto: Agustina Muñoz, María Villar, Mati Diop, Julián Larquier, Keith Poulson
Producción/Distribución: Trapecio Cine, Ravenser Odd
[1] Piñeiro, Matías, ‘A dos (o más) voces’, en http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/143217529825/a-dos-o-m%C3%A1s-voces